2 Céntimos 1912 (*12). PCV. Alfonso XIII. Dedicado a los 100 años del Titanic.

A la hora de la publicación de este post se cumplirán cien años del momento justo en el que el RMS Titanic chocó contra el iceberg, comenzando así el naufragio más famoso y cinematográfico de la Historia. No dedicaré este hilo a relatar la fatídica historia del Transatlántico, pues ya es por todos bien conocido. Contaré una de las tantas historias personales que hay sobre el tema, pero que tienen como protagonistas a una pareja de recién casados españoles que disfrutaban de su luna de miel alojados en la lujosa primera clase. Nuestra pareja era Víctor Peñasco, un rico heredero de 24 años, sobrino del por entonces Presidente del Consejo de Ministros José Canalejas bajo la monarquía de Alfonso XIII, y Josefa Pérez, de 22 años y a la altura económica de su galante marido. Mientras celebraban su luna de miel recorriendo Europa, por todos los lugares del continente corría la voz del buque de los sueños, el barco más lujoso del mundo, el orgullo británico de los océanos... No se lo pensaron mucho y compraron a la compañía naviera, la White Star Line, los pasajes en primera clase. Se cita que el pasaje en dicha clase para la travesía de una semana costaba 108 libras, algo más de 6000 euros.


Sólo había un pequeño detalle y es que la madre de Víctor tuvo un presentimiento y le dijo a su hijo “Viajad en todo lo que queráis, menos en barco”. Para no preocupar a su madre, urdió una astuta artimaña, ya que dejó a uno de sus criados en su residencia de París con un buen fajo de Postales con distintas fechas, que serían enviadas a Madrid con regularidad diaria contándoles las hipotéticas cosas que hacían por el país galo. Con todo perfectamente previsto, sólo tocaba disfrutar de la travesía en el Titanic. Todo transcurría con normalidad hasta la fatídica noche del 14 de Abril de 1912 en la que el buque chocó contra el icerberg. El matrimonio se disponía a acostarse cuando el estruendo y temblor del impacto los alertó. Víctor salió de su camarote a ver qué había sucedido, pero no le dieron mucha información. Volvió a por Josefa y salieron a cubierta. Enseguida, ante la gravedad de la situación y que no había botes para todos, el pánico cundió en el barco. Primero embarcarían en los botes los pasajeros de primera clase, después los de segunda y, por último, los de tercera, con preferencia de mujeres y niños primero. La pareja embarcaría en el bote número ocho, pero él quiso ceder su sitio a una mujer con un niño en brazos de tercera clase. Josefa no quería subir si no lo hacían los dos, así que tuvo que enderezarla y abrazándola le dijo a modo de despedida: “Pepita, que seas muy feliz”. Acto seguido la subió al bote por la fuerza y tuvo que ser sujetada por algunas personas del bote para que no saltara. Arriada la pequeña embarcación, el joven español con la certeza segura de su inminente muerte y con mirada fija en su amada esposa se despidió con un “Te quiero” silencioso entre labios mientras Josefa gritaba insistentemente su nombre bañada en un mar de lágrimas… De esto nos da cuenta la Condesa de Rothes, que iba también en el bote ocho: “Entonces la señora Peñasco empieza a chillar el nombre de su marido. Fue terrible. Le pasé el timón a mi prima y me puse acurrucada junto a la señora Peñasco, tratando en lo posible de consolarla. Pobre mujer. Sus sollozos ablandaron nuestros corazones y sus palabras eran imposibles de entender debido a su tristeza. Cuando el terrible final llegó, utilicé lo mejor de mi misma para intentar distraer a la señora española y que no oyese los agonizantes sonidos de los que se ahogaban en el mar”. El bote se alejaba de la zona de la catástrofe con el eco de fondo del crujir del buque sumergiéndose, los gritos de desesperación y el “Más cerca de ti, Señor” interpretada por los músicos del Titanic; sólo les quedaba esperar durante horas en mitad del gélido Atlántico Norte hasta que casi rozando las primeras luces del alba los recogió el buque Carpathia. La joven española, aferrándose a la posibilidad de que su marido hubiese embarcado en otro bote, buscó entre los supervivientes, pero sin resultado alguno. Se dio cuenta de que, definitivamente, con el Titanic se había hundido su vida y su amor; ya tan sólo le quedaba el recuerdo fugaz del momento de la despedida en la cubierta del trágico buque de los sueños.

Aquí os pongo una moneda de 2 Céntimos acuñada en el año de la tragedia naval, 1912, a nombre de Alfonso XIII. El busto es obra de Bartolomé Maura, quinto retrato del monarca ejecutado en 1910 y que representa al Rey a la edad de 24 años, edad a la que falleció la persona del relato. Los ensayadores fueron Vidal Peiró Zafra, Rafael Caro Fresneda y como Juez de Balanza, Remigio Vega Vega. (PCV). La tirada fue en 1912 y 1913 de 5.216.483 monedas sin cambio de fecha. Estrella *12.