Hoy vuelvo a la carga con esta pieza de Nerón que está vinculada a su faceta artística y su afición por los juegos. Sobre esta ya me explayé en uno de mis últimos posts al presentar el as con el Apolo citaredo
https://www.imperio-numismatico.com/t153851-as-de-neron-pontif-max-tr-pot-imp-pp-sc-apolo-citaredo-lugdunum, así que ahora me voy a ceñir a lo que tiene que ver con este semis.
Como deja bien clara la leyenda del reverso, se trata de una pieza acuñada para celebrar la instauración de los juegos quinquenales, una tradición ya practicada por Augusto y Claudio, que Nerón recuperó en el año 60 y que adaptó a su gusto. Los juegos neronianos, o Neronia, se organizaron con una fuerte inspiración helenística, combinando concursos líricos, gimnásticos y ecuestres. Estas innovaciones suscitaron cierta controversia en los sectores más tradicionales, pero parece que al cabo del tiempo se impuso la opinión favorable y terminaron siendo muy populares.
Hay cierta controversia sobre el año en que se celebraron los segundos juegos neronianos. Suetonio dice que se adelantaron un año, por lo que debieron ser en el 64, que concordaría con el cómputo inclusivo. Pero Tácito los sitúa poco después de la conjura de Pisón, en el cuarto consulado de Nerón, junto a Cornelio Cosso. Esto último los fecha inequívocamente en el 65. Ante la duda yo me inclino siempre por Tácito. Pero hay un dato más que apunta al 65, ya que esta pieza ya pertenece a las emisiones posteriores a la reforma monetaria. Una reforma que fue una jugada maestra para financiar las obras de reconstrucción tras el incendio y aligerar las deudas del Imperio. El incendio tuvo lugar en julio del 64 y no creo que Roma estuviese en condiciones de celebrar un festival de envergadura hasta pasados unos cuantos meses.
En lo que no hay discusión es que fue en esta segunda edición en la que Nerón se estrenó ante el público de la Urbe actuando sobre el escenario como si fuese un profesional. Ya había actuado en teatros en Campania e interpretado para grupos reducidos en sus jardines y palacio. Pero nunca hasta entonces se había presentado a ningún concurso y menos en Roma, ante el Senado y el Pueblo. Mary Beard comparó la conmoción que esta decisión causó en las clases más acomodadas y tradiciones de la sociedad romana con la que sentirían los ingleses si la reina Isabel se metiese a bailarina de striptease. Fuera así o más suave, lo cierto es que el Senado trató de evitar por todos los medios que el príncipe hiciera el ridículo deshonrandose ante el pueblo y le ofrecieron sin concursar las victorias en los certámenes de canto y elocuencia, omitiendo deliberadamente el certamen teatral. Pero Nerón insistió en presentarse a todos los concursos en igualdad de condiciones y que se proclamase vencedor a quien los jueces así considerasen. No hubo manera de hacerle desistir. Acto seguido inscribió su nombre en la lista de citaredos que concursaban.
Llegado el día Nerón introdujo personalmente su nombre en la urna y esperó para salir a escena en el turno que le asignó la Fortuna. Hasta aquí el artista humilde que no quiere hacer uso de sus privilegios. Salió al escenario acompañado por los prefectos del pretorio portando su cítara, seguidos por unos tribunos militares y sus amigos más íntimos. Cuando estuvo preparado hizo que un excónsul anunciara que iba a interpretar la canción de Niobe. Una vez empezó la actuación observó con todo rigor las leyes de los certámenes, como no sentarse o no secarse el sudor salvo con la túnica que llevaba puesta. Al terminar se arrodilló, saludó al público y esperó con nerviosismo la puntuación de los jueces, como si dudase de su victoria. Suetonio cuenta que la plebe lo jaleó y le animó a sacar a la luz todas sus producciones. Seguramente su corte de Ausgustales estuvo detrás de ese entusiasmo “espontaneo”. Alargó su actuación varias horas. Le cogió tanto gusto que, con la intención de actuar más veces, mandó aplazar la decisión de todos los premios. De esta forma siguió actuando en Roma siempre que se le antojaba.
Si para algunos ciudadanos de la Urbe la situación les parecía escandalosa, para la gente que había venido de provincias les resultó un auténtico shock. Pero muchos plebeyos disfrutaron con gran entusiasmo, tanto que abarrotaron las entradas del teatro causando tapones con el resultado de algún caballero aplastado hasta la muerte. Otros, enfermaron seriamente, en algún mortlmente, por haberse quedado sentados en la grada todo el día y toda la noche. A pesar de estos y otros riesgos, los caballeros y senadores no tenían otra opción que acudir al teatro cada vez que el príncipe volvía a actuar, porque entre el público había quien se ocupaba de controlar quien estaba presente y cual era su comportamiento. Los que eran delatados por ausencia o por no mostrar el debido entusiasmo se exponían a castigos de todo tipo. Desde la pena de muerte para las personas de más baja condición, al destierro para los más ilustres. Allí, en uno de esos días, a la vista del liberto Febo, el senador y general Vespasiano se quedó dormido. De ahí al destierro y luego a Judea. Se libró de un castigo mayor por la intervención a su favor de varios nobles. No volvió a Roma hasta que ya lo hizo como emperador.
Después del final de los juegos murió Popea, de una patada en el vientre cuando estaba encinta, en el curso de una discusión con Nerón. Al parecer, se trató del típico “¿de dónde vienes a estas horas?”, que degeneró en pelea con desenlace mortal. Según cuenta Tácito, la muerte de Popea no causó gran pesar en Roma por su escandalosa conducta, salvo a Nerón, que se quedó desolado. Ella era la única que controlaba el comportamiento del príncipe. Si hasta entonces Nerón había estado desmadrado, lo que vino después se pasó de madre.
Aquí tenéis la pieza, espero que os guste y que hayáis encontrado su historia entretenida.
Semis de Nerón, Roma, 64 – 65 dC.
Anv. NERO CAES AVG IMP, Cabeza laureada a derecha.
Rev. CERT QVINQ ROM CON S C, Mesa de juego ornada de bajorrelieve de grifos enfrentados, encima jarra, S y corona, debajo disco.
RIC I 401
Diámetro: 18mm.
Peso: 3,6g.
