POCAS COSAS SIN IMPORTANCIA
Ayer por la mañana cuando salía del supermercado situado frente al conservatorio, observé (inevitable para cualquier transeúnte) al ya más que habitual grupito de desechos humanos que están alojados bajo los árboles que hay a medio camino de las dos aceras. Entre la escuela de música y la escuela de idiomas, entre música elevada, risas y palmas de fondo, otro tipo de escuela, la de la vida.
Mientras caminaba cargado con las bolsas de la compra, más o menos equilibradas en ambos lados, pero más cargado aún con otros asuntos y preocupaciones diarias en la cabeza, fugazmente les miraba, aunque sólo moviendo la mirada, imagino que no quería que la postura de mi cabeza, en su dirección, les diese ni un solo motivo para hacerles ver que su excesivo protagonismo y jolgorio formaban parte de mi.
Sin embargo, uno de ellos aprovechó mi cercanía, que no era tanta, y levantando uno de sus brazos cara-al-sol en mi dirección y con su boca de Popeye, de cigarro pegado al labio inferior, me gritó:
- "¡¡Neno, neno!!"
Pero yo, con el segundo "neno" ya tenía mis ojos en otro lugar, haciéndole entender (quizás) que mi mirada estaba perdida y mi desinterés en aquella fiesta era total, igualito a como creo que él y sus acompañante parecían tener de perdida y desinteresada el resto de su día a día, o de sus vidas por completo.
Y mis ojos en realidad claro que miraban otra cosa, porque de pronto, salida de la nada, se me cruza una chica subida en un robusto patinete eléctrico a gran velocidad por la misma acera, lo justo para esquivar una de mis dos bolsas de la compra, ¡ojo, no me rompas los huevos! ... ni tu ni nadie.
Una muchacha de apariencia normal, melena larga y ropa holgada, de unos 20 años ya pasados. Justo al ponerse a mi altura, metros arriba o abajo, se detiene bruscamente y pone un pie en tierra, mientras flexiona la otra que sostiene en equilibrio el patín. Agarra el manillar con el resto de los dedos que no pellizcan un cigarrillo encendido - cuyo sustancioso olor también se frenó conmigo -, ¡menudo petardo lleva liado ésta! (pensé).
Y va la chica y desde el mismo medio-medio de la acera, sin importar pensar que no está sola en el mundo, les devuelve un grito justo en dirección a ese grupo (aunque le doy las gracias en silencio, por devolver el grito y por romper el inicio de lo que podría haber sido una conversación con aquel Popeye nada rica en detalles):
- “Papá, ¿vienes pa’kasa?” …
El grito bien se podía haber escuchado desde la Torre de Hércules, situada a unos cuantos kilómetros en esa misma dirección, y con viento en contra. Para que se entienda su frecuencia, era uno de esos golpes de sonido que inesperado para el oído, el cuerpo responde con un pitido interno. ¡Horrible! La situación se hizo algo más esperpéntica, por si ya era poca.
Poco a poco, avanzo y me quito de en medio. Mientras me sorprendo por su tono (y todo el mundo en un radio de ochenta metros a la redonda) voy asociando su educación, encasillando y “familiarizando” ideas. Sigo con mi marcha ligeramente ensordecido, recuperando la música de fondo en mi oído (sin saber que será peor) y observando la escena de reojo como puedo.
Desde el grupo se levanta un hombre con pantalón vaquero y camiseta de manga larga con rayas presidiarias, barba despreocupada y con otro cigarro igual - o mejor – en una sus viejas manos. A la altura de Popeye (que ya se ha olvidado de mi, afortunadamente y que ahora mira para ese padre, mientras le tiembla el mentón con el cigarro bailando por sonreír y fumar al mismo tiempo) ese señor y padre, que tras driblar con una rodilla un banco sobre el que reposa medio muerto otro compañero abrazado y colgado a un cartón de un cortés vino tinto en la misma postura, se detiene y le responde con un tono no tan elevado pero sí a la altura de ese momento “callejeros-viajeros”:
- “NOOoo, me quedo un rato”.
La chica arranca de nuevo como las centellas, y perdiéndose en la acera de la escuela de idiomas y más allá, con el mismo tono elevado se despide:
- “¡Q T Jodan!
Y tan ancha y tan panchos.
Ya no pude ver más, ¡¿para qué?! con la música de fondo ellos siguieron a lo suyo, ajenos a cualquier preocupación en ese día y los que vengan, que no sea tener fuego para una colilla, o bebida cerca para ahogar las risas del cigarro, y yo, a lo mío de nuevo en la realidad de cada día con la mirada puesta en el hogar y la familia, cómo alimentarla hoy y la escuela de mañana, en lo cara que se ha puesto la compra, pensando en el trabajo que hace que poco a poco se vaya rompiendo el cuerpo, y todas esas pocas cosas sin importancia, que no cuestan ni un céntimo, ¿verdad? ... ¡que suerte tenemos algunos!
1 CENT . CANADA . 1881 (H)Bronce . 5,69 g . 25,5 mm . (Heaton Mint)Variante: Victoria Busto largo