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La moneda: economía y cultura
Por JoseM83
Para comerciar, para redimir pecados, para pagar rescates, para delinquir… Las monedas no sólo han sido -y son- el habitual instrumento aceptado como unidad de cuenta, medida de valor y medio de pago, sino que, además, son un estupendo testimonio de las peculiaridades económicas, políticas, religiosas y estéticas de la época y de la cultura a la que pertenecen.
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Los monarcas eran los encargados de controlar la emisión y diseño de la moneda, que a menudo plasmaba con la imagen iconográfica el mensaje propagandístico, político o religioso que interesaba difundir entre el pueblo. Sin embargo, cuando convenía, la iconografía se ponía al servicio del marketing (una disciplina tan antigua como la humanidad) para adaptarla a los intereses económicos. Así, por ejemplo, cuando a los cristianos les interesó establecer relaciones comerciales con los musulmanes acuñaron monedas que copiaban su escritura, símbolos y motivos, y así evitaron ser rechazados.
La simbología, no obstante, no atendía solo a la cultura, sino también a los territorios que formaban parte de una misma cultura. Por ejemplo, si un día está de suerte y se encuentra enterrada una moneda con una flor grabada ha de saber que ha encontrado seguramente una moneda medieval de Florencia. Y si en lugar de una flor lleva dibujada una puerta, es muy probable que se trate de un hallazgo procedente de Génova.
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Los grabados adquirieron tanta importancia que en diversos reinos se puso de moda copiar los diseños de algunas de las monedas más prestigiosas del Mediterráneo: el gran tornés francés, el florín de Florencia y el ducado de Venecia. Réplicas casi exactas empezaron a proliferar por todas partes como moneda oficial de reino.
Por aquella época las monedas eran fabricadas a golpe de martillo sobre unos cuños, un tipo de troquel cuyo extremo tenía dibujado aquello que se quería marcar en la moneda. El dibujo, escudo, inicial o rostro grabado era decisión del monarca, que con un decreto monetario especificaba el contenido e incluía un boceto.
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A veces, sin embargo, en el territorio escaseaban las minas para obtener el mineral con que se acuñaban las monedas y la solución que aplicaban era la fundición de objetos de plata o de oro, como candelabros, para obtener la materia prima necesaria.
Aún así, la historia ha demostrado que la falta de minerales y materiales no ha frenado el protagonismo de la moneda en el comercio y vida cotidiana de las personas. Ni de su uso fraudulento. Ya en la Edad Media era común la falsificación del dinero y durante muchos siglos fue habitual recortar los bordes de las monedas para después vender los trocitos de plata o de oro. Aunque se arriesgaban a ser condenados a muerte, la práctica llegó a ser tan extendida que obligó a los reinados de algunas épocas a idear sistemas para combatirla, como es el caso de la balanza de monedas para confirmar la autenticidad a través del peso.
Por cierto para los grandes cálculos (y a falta de las máquinas que tanto nos han simplificado la vida) se utilizaba el sistema del ábaco, ya fuera en una cuadrícula de papel (ayudados de semillas o piedras), o bien con los jetones, que eran fichas parecidas a las monedas, tanto, que los falsificadores las bañaban en oro o plata para hacerlas pasar por dinero. Sin duda un tema interesante para otra ocasión.
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