Hola, compañeros: jugando con las palabras, el título del post hace referencia a la película rodada en 1969 Dos hombres y un destino, en las que Paul Newman y Robert Redfort encarnan las figuras de dos ladrones de Wyoming, Butch Cassidy y Sundance Kid, perseguidos hasta el final de sus días en Bolivia. Y el objeto es presentaros tres destinos de una misma moneda, el primer duro del Perú libre e independiente. Los tres ya ocuparon su lugar en el foro como monedas independientes; y hoy es el momento de reunirlos en una historia común.
1. La historia comienza en 1821. La América española era un polvorín; los insurrectos o patriotas, dependiendo del punto de vista, se habían levantado en armas contra los españoles aprovechando los problemas por los que la metrópoli pasaba durante la guerra de Independencia. Así, cuando ya había territorios liberados y otros que habían declarado su independencia, el general San Martín, al mando de una expedición libertadora proveniente de Chile, desembarcó en 1820 en Perú y unos meses más tarde, exactamente el 28 de julio de 1821, proclamaba en Lima la independencia del Perú en cuatro plazas distintas. Al parecer éstas fueron sus palabras finales en cada una de ellas:
“Desde este momento el Perú es libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende. ¡Viva la patria! ¡Viva la libertad! ¡Viva la independencia!”.
Y así, mientras el virrey José de la Serna se había trasladado con todo su cuartel general a Cuzco, nueva sede de gobierno del virreinato, una nueva nación, el Protectorado del Perú –así se definía- y un nuevo gobierno que diera forma institucional a aquella acababa de nacer: una nueva constitución, una nueva bandera, un nuevo escudo, nuevas leyes, etc.
Para ello, Francisco Javier Cortés, siguiendo las indicaciones del propio general San Martín, diseña el que sería el primer escudo del Perú, aprobado en Pisco en octubre de 1821, en cuyo interior aparecía el paisaje de un sol naciente sobre los Andes, con el mar en primer plano, coronado por una palmera platanera y flanqueado por las banderas de Argentina, Chile y Perú; a la izquierda un cóndor y a la derecha una alpaca. Todo ello descansaba sobre una base con un pergamino o cinta con el lema “Renació el sol del Perú”.
Al mismo tiempo, Hipólito Unanue, Ministro de Hacienda del nuevo gobierno, pone en marcha las primeras medidas que permitieran la fabricación de las primeras monedas del Perú independiente, unos 8 Reales, para lo cual se utiliza el diseño del escudo detallado arriba y diseña el anverso, una alegoría de la Virtud con rama vegetal y la Justicia con balanza y espada junto a un pedestal. Del grabado de los cuños se encarga Atanasio Dávalos Ojeda, quien llevaba desempeñando su labor en la ceca de Lima desde 1790, actividad que mantendría hasta 1840.
Así, en 1822 ya está todo preparado para la acuñación de la nueva moneda, y a mediados de años, bajo la supervisión de los ensayadores Juan Martínez de Rojas o Roxas y Pablo Cano Melgarejo (J.P. en las monedas) comienzan a salir de las prensas de volante los primeros duros independentistas peruanos. El primero ya trabajaba en la ceca en 1787, el segundo desde 1803. Como se muestra en las fotos, el anverso recuerda las amonedaciones de los primeros años revolucionarios franceses (los 5 francos del Hércules o las liras de las repúblicas italofrancesas Cisalpina o de la Galia Subalpina), mientras el reverso es plenamente hispanoamericano, con muchísimas similitudes con los escudos de las nuevas naciones.
En total se acuñaron 110.000 monedas repartidas entre 60.000 en 1822 y 50.000 en la primera mitad de 1823, el año largo de vida de estas monedas. Lo cierto es que a pesar del trabajo de ambos ensayadores, las dificultades tuvieron que ser muchas, tantas que es frecuente encontrarnos con una tolerancia de más de un gramo entre unas monedas y otras, además de unos cuños empastados y dañados que aún sobrevivían en condiciones precarias dando lugar a monedas toscas y defectuosas; algo que en esos años de guerra y provisionalidad era el signo característico de las últimas monedas fernandinas y las primeras revolucionarias.


2. Es 1823. Aprovechando que Lima se hallaba desguarnecida por la marcha de gran parte de las fuerzas rebelde-patriotas a luchar al alto Perú, aún en manos españolas, el general Canterac avanzó y tomó Lima el 19 de junio de 1823, por lo que el gobierno y el congreso peruanos debieron trasladarse al Callao. Con estas palabras, Simón Bolívar pedía refuerzos a Colombia a mediados de 1823:
“La verdad sea dicha. Si Ud. no me manda 3.000 hombres con 1.000 llaneros, armas y municiones, crea Usted que Canterac conquista a Colombia; Canterac es un gran militar y tiene 10 o 12 subalternos admirables”. En el breve período del mes que duró esta ocupación, los españoles acuñaron con el busto de Fernando VII 200.000 piezas de 8 reales con fecha de 1823, y al evacuar Lima, se llevaron a Cuzco todo el material que pudieron de la Casa de Moneda de Lima, lo cual daría origen a las monedas de 1, 2 y 8 reales de Cuzco con fecha de 1824.
El 5 de febrero de 1824 se produjo una sublevación en la fortaleza del Callao, instigada por los españoles. Las tropas argentinas y chilenas se amotinaron en reclamo de las pagas que les debían y lograron tomar el fuerte, liberaron a los prisioneros españoles, devolviéndoles sus cargos y jerarquías, y se unieron a ellos contra el ejército y gobierno peruanos, el cual entregó directamente el poder a Bolívar el 10 de febrero. El 29 de febrero las tropas españolas comandadas por Canterac y Juan Antonio Monet ocupaban de nuevo Lima y aunque de nuevo fue una ocupación breve, les dio tiempo a acuñar los escasos y difíciles 8 reales de Lima de 1824, con los ensayadores J.M. (Juan Martínez de Rojas, ya aludido anteriormente, y Manuel Rodríguez).
El general Canterac, herido el antiguo virrey de la Serna, se hace cargo del ejército español y se enfrenta el 6 de agosto de 1824 a Bolívar en la batalla de Junín, donde es derrotado, y posteriormente lidera las tropas en la batalla de Ayacucho, donde el 9 de diciembre es definitivamente derrotado. Canterac, en representación del virrey, firma la capitulación definitiva, lo cual supone el final del dominio español en el sur de América, aunque aún resistirían focos de lucha en Chiloé, el alto Perú y la fortaleza del Callao hasta 1826, donde el comandante José Ramón Rodil reunió a las últimas tropas leales a la corona para ofrecer una resistencia feroz, larga e inútil al ejército peruano. Al final, cuando ya casi todos sus hombres habían muerto y los vivos se alimentaban de ratas, Rodil aceptó capitular ante el comandante del asedio, el general venezolano Bartolomé Salom. La asombrosa resistencia del jefe realista mereció que Simón Bolívar dijera a Salom después del triunfo, cuando este último pedía la máxima pena para el militar español:
“El heroísmo no es digno de castigo”. Así, muertos de hambre, sucios de barro y ebrios de pólvora, los últimos soldados con Rodil al frente abandonan con sus banderas y armas el último reducto español en Hispanoamérica.
Pues bien, en ese corto período de febrero y marzo de 1824, las fuerzas españolas resellaron las piezas peruanas de 1822 y 1823 con una corona encima de la fecha de 1824. Se desconoce la cantidad resellada. En la foto, una pieza con agujero incluido.

3. Ahora estamos en Filipinas; es 1828. Fruto del comercio, las monedas de las nacientes repúblicas americanas van llegando a las islas orientales, de manera que las autoridades españolas temen que su aceptación comercial implique el reconocimiento de las nuevas naciones y estimulen los deseos de independencia de los filipinos. Por ello, en octubre de 1828, el Capitán General de las islas Mariano Ricafort promulga un edicto que obliga a marcar todas las piezas americanas en ambas caras a fin de esconder su origen: en el anverso el escudo real, rodeado de la leyenda HABILITADO POR EL REY N•S•D•FERN•VII, y en el reverso la palabra MANILA y el año en dos líneas, rodeados ambos por un borde aserrado. Casi todas las escasas piezas reselladas llevan el año 1828, una sola el 1829, de oro, y muy pocas el 1830.
El resultado final más que conocido fue pésimo, lo cual forzó a las autoridades a cambiar sus planes: en octubre de 1832, el entonces gobernador Pascual Enrile promulgará un nuevo decreto por el que se ordenaba cambiar el anterior resello por una marca en una sola cara, más pequeña, ovalada, con la corona real sobre las iniciales del rey F.7º. Los ejemplares resellados a lo largo de esos dos años (finales de 1832 a 1834) son mucho más abundantes, sobre todo, los correspondientes a las repúblicas mexicana y peruana.
El 20 de diciembre de 1834, el gobierno de las islas ordena que el viejo resello de Fernando VII fuera sustituido por el de Y II. Las noticias de la muerte del rey, el 20 de septiembre de 1833, por fin habían llegado a las islas. Y este resello de Isabel II se mantuvo hasta el 31 de marzo de 1837, fecha en que el nuevo Capitán General Antonio Salazar ordena su cese pues ya era innecesario: la corona española había reconocido las repúblicas americanas. No obstante, las monedas que habían sido reselladas continuaron circulando de manera corriente y legal hasta 1903, año de emisión del nuevo monetario filipino-norteamericano.
Por ello, os enseño este tercer destino, con el resello isabelino del duro peruano. Es una moneda rara, pues lo normal es encontrar este resello en los duros mexicanos, peruanos (los del segundo diseño) y en menor medida, los bolivianos. Este modelo que os enseño, junto a los duros chileno, colombiano, al mexicano de Iturbide o al argentino son muy escasos.


Espero que el hilo os haya gustado. Agradezco vuestra paciencia.