Hola a tod@s, hoy voy a presentar otra de esas monedas que tanto me gustan y que proceden de
otro famoso pecio. Si bien
es cierto que la conservación es muy deficiente, probablemente con “poco” o “nulo” interés numismático para muchos, lo cierto es que lleva conmigo más de 6 años y tiene una importante historia que contarnos más allá de sus características numismáticas, de sobra conocidas por la mayoría. En función del diámetro, se trataría de
2 Reales acuñados en la ceca de
Potosí, de acuerdo a otras piezas rescatadas del pecio, a nombre del Rey
Carlos II presentando una acuñación característica de las cecas del Nuevo Mundo, del tipo de “Pilares y Olas”. Esta moneda que muestro tendría las características propias de las “macuquinas” y
procede de un conocido pecio español, del que hablaremos a lo largo de esta ficha.
Datos de la pieza:Nominal: 2 Reales (de acuerdo al diámetro de la pieza)
Año: No visible, pero de acuerdo a la tipología, se acuñaría durante el siglo XVII y con una fecha que oscilaría entre 1621 y 1681. Por lo tanto, podría haber sido acuñada durante los reinados de Felipe IV o del propio Carlos II. No obstante, la mayoría de las monedas rescatadas con baja denominación oscilan entre 1659 y 1677, bajo el reinado de este último monarca.
Ceca: Potosí (Letra “P”; en ambas caras)
Peso: 2,9 gramos (aprox.) frente a los más de 6 gramos que debería pesar a nivel teórico.
Diámetro: 25,5 milímetros (aprox.).
Canto: Liso e irregular. Macuquina (“Cob”, “Cabo de barra”).
Metal: Plata de 931 milésimas
Tipo de acuñación: A martillo.
Formato: Medalla (0º)
Estado de conservación: “Shipwreck effect” de acuerdo al “COA” y sin entrar a otorgarle un grado dentro de esta consideración “genérica” pues, el estado de conservación de la moneda es muy deficiente y no permite la identificación de motivos. Apreciamos una corrosión marina muy agresiva, con marcas en ambas caras y una grieta que se adentra en la pieza. La superficie, altamente irregular, hace pensar que restos de plata de otras monedas sedimentadas sobre y bajo ella se han “fundido” con la pieza, por la acción continua del agua salada y el calor producido por el incendio previo al hundimiento. Se acompaña de su correspondiente “COA” validado por “Robcar S.A.” y “HR&C, Inc.” fechado en 2001 y con sus características, número de registro de la pieza, así como fotos individuales impresas en el propio certificado.
Referencias bibliográficas: “KM
#24 y “AyCal (Tipo 74)” de acuerdo a las estimaciones.
Rareza: Rara. Ya no tanto por el numeral en sí, la ceca o por el estado de conservación, este último bastante afectado por la acción marina constante y, por ende, malo, sino a que este pecio no es tan usual de ver y los precios suelen ser bastante significativos en el mercado americano.
Pecio: “Santa María de la Consolación”. Se trata de un barco con bandera española que naufragó en 1681 frente a la isla de Santa Clara (Actual Ecuador) después de partir del puerto de Callao (Perú) y que debía incorporarse a la “Flota de los Mares del Sur” en Panamá para, posteriormente, llegar a La Habana y poner rumbo hacia la península. Se sabe que el hundimiento tuvo lugar tras haberse encontrado con corsarios ingleses y éstos, frustrados por no haber podido hacerse con el valioso cargamento, mataron a toda la tripulación. Las monedas recuperadas durante la década de los 90 eran del tipo “macuquina” y, todas ellas, acuñadas en la ceca de Potosí, la mayoría en bajo estado de conservación y muy dañadas por la acción marina. El pecio no fue identificado a priori, comercializándose bajo la denominación “Isla del Muerto Treasure”.
Ensayadores: No visibles y existen distintas posibilidades dependiendo del año de acuñación. De acuerdo al rango temporal analizado, correspondería a D. Antonio De Ergueta (Sigla “E”).
Reinado: Carlos II “El Hechizado” (1665-1700). La tipología de la pieza nos sitúa en el siglo XVII y cuya fecha de acuñación debe ser igual o inferior al año del naufragio, en 1681. Esta moneda en cuestión presenta las características propias de los reinados de Felipe IV, así como de su sucesor, Carlos II, pero la asignamos a este último de acuerdo a las monedas analizadas procedentes del propio naufragio y a la información que tenemos sobre las circunstancias del hundimiento.
Dinastía: Casa de Austria.
Leyendas:Anv.: “
CAROLUS II D G HISPANIARUM REX” [LEYENDAS NO VISIBLES, MACUQUINA] alrededor de una gráfila de puntos que guarda una representación simplificada del Escudo del Reino de España, mediante una cruz potenzada de Jerusalén, con castillos y leones en cada cuadrante y, a su vez, cada uno de estos cuadrantes está cerrado por unos arcos. A ambos lados, marca de la ceca de Potosí (“
P”) y marca del ensayador, muy posiblemente, “
E”, pero hay múltiples posibilidades debido a un rango temporal tan amplio. Sin motivos visibles, altísimo grado de corrosión.
Rev.: “
POTOSÍ 16XX EL PERV” [LEYENDAS NO VISIBLES, MACUQUINA] alrededor de una gráfila de puntos. Dos pilares de Hércules con capiteles en la parte superior, ambos cortados por tres líneas horizontales que proveen tres filas para las leyendas en tres niveles. En el centro de la primera línea aparece un "
2" como valor nominal, el ensayador “E” y la marca de la ceca. En la segunda fila aparece el célebre lema "
PLV", "
SVL" y "
TRA"; en la tercera fila vemos la fecha “
XX” (16XX), las marcas de la ceca de Potosí y la sigla del ensayador nuevamente “
E”. Sin motivos visibles, altísimo grado de corrosión.
Observaciones: La moneda en cuestión presenta las oxidaciones propias de una moneda que ha permanecido más de 300 años bajo el mar, especialmente deteriorada como todas las monedas rescatadas de este pecio en concreto y que demuestran que esta pieza en cuestión es un fiel testigo de la historia tanto española, como americana y europea, inmersos en los tiempos de aquella “primera globalización” y el uso de nuestra moneda común como “divisa mundial”.
Información histórica: El “Santa María de la Consolación” fue un barco español que realizaba sus viajes de forma frecuente entre los distintos puertos atlánticos del Imperio español en América del Sur y estaba llamado a integrarse en la propia “Armada de los Mares del Sur” como tantas otras embarcaciones de su tipo.
En abril de 1681 la Armada partiría del puerto de Callao (actual Perú) rumbo a Panamá, con un importante cargamento de plata en sus bodegas y permanecieron en este último puerto a la espera, precisamente, del “Santa María de la Consolación”, que aún se encontraba amarrada en el puerto de Callao a la espera de un cargamento de importante de lingotes y monedas procedentes de las minas de Potosí. Los barcos de la “Armada de los Mares del Sur” retrasarían un mes su partida hacia La Habana, pero como parecía que el barco rezagado no terminaba de llegar, decidieron partir para evitar otros peligros típicos del viaje pues sabemos que el mal tiempo sería la causa principal de los naufragios españoles durante más de 3 siglos.
Su viaje final: Una vez cargada la plata en el “Santa María de la Consolación” se trató de decidir cuál debía ser el siguiente paso pues marinos experimentados y funcionarios del lugar desaconsejaban la partida en solitario del barco, advirtiendo de la habitual presencia de barcos ingleses en la zona que podían hundir la embarcación o tratar de apoderarse de la preciada carga, además de la posible acción pirática, muy presente en la zona durante los últimos años.
El Virrey, consciente de lo que aquel retraso podría suponerle, ordenó la partida del “Santa María de la Consolación” en solitario y de forma inmediata, haciendo caso omiso a las recomendaciones de seguridad que le habían hecho. La plata debía de llegar a Panamá para su partida posterior a La Habana, ignorando que a su supuesta llegada, la Armada ya habría zarpado.
Al poco de zarpar sucedió lo que ya muchos habían adivinado en el puerto pues, para 1681, la rivalidad entre Inglaterra y España era muy fuerte y los primeros habían expedido un buen número de patentes de corso, además de “empujar” a los piratas que operaban en el Caribe hacia el sur para que hostigaran a los barcos españoles. Así, el “Santa María de la Consolación” se encontraría en su camino con el convoy del Corsario Bartholomew Sharpe que, de acuerdo a diferentes fuentes, contaba con entre 3 y 6 barcos bajo su mando, además de estar muy deseoso de ponerle la mano encima a la rica carga de este tipo de embarcaciones. La flota corsaria era mucho más veloz y el Capitán del “Santa María de la Consolación” trató de hacer una maniobra evasiva próxima a la costa de la isla de Santa Clara, pero sin embargo terminaría encallando con un arrecife próximo. La tripulación, al ver cada vez más cerca a los piratas y con el objetivo de que éstos no pudieran robar la preciada carga, decidieron incendiar el barco y tratar de huir a tierra firme.
Los piratas, enfurecidos, dieron caza a los 350 supervivientes del naufragio y decapitaron a muchos de ellos. Este heroico gesto impediría a la Corona británica incrementar sus arcas y usar esos fondos para financiar más hostilidades contra España, además de privarles del aparato propagandístico que desde antaño les ha gustado.
Se cree que por este suceso, los lugareños llaman a este lugar “Isla de los Muertos” o “Isla del Muerto”, no obstante, en alusión a este nombre tan singular, también se asocia a que los navegantes que pasaban frente a la isla le encontraban un cierto parecido con un hombre muerto de espaldas bajo un sudario, apodándola como “El Muerto”, posiblemente esta sea la verdadera razón de tan curioso nombre.
El primer rescate: El decidido gesto de los españoles y su sacrificio había impedido la captura del barco y el robo del cargamento de plata. Sin embargo, a priori, el Capitán
Sharpe se negaba a aceptar su derrota y durante unos días acamparían en la isla, obligando a pescadores y lugareños a sumergirse para tratar de rescatar la mayor parte del tesoro. De acuerdo a los testimonios que nos han llegado, parece que los esfuerzos fueron infructuosos y los piratas se vieron obligados a irse del lugar a regañadientes. Se sabe que las noticias de tan atroz asesinato pronto llegarían al puerto de Callao y las autoridades españolas enviarían una misión para tratar de rescatar todo lo que fuera posible, pero apenas hubo éxito.
El redescubrimiento: Parecía que el barco, su tesoro y su historia habían caído en el olvido del tiempo hasta que, en la década de 1990, empezaron a aparecer grandes cantidades de monedas de plata en la zona. Pronto surgieron teorías de todo tipo, pensando que se trataba de los restos del “Santa Cruz” en un primer momento y, luego, lo identificaron erróneamente como “El Salvador y San José”, este último hundido durante el mes de agosto de 1680. Sin embargo, sería el investigador Robert Marx el que, tras un arduo esfuerzo y análisis de documentación variada, logró identificar correctamente el pecio como el “Santa María de la Consolación”.
La aparición de todas estas monedas pronto supuso una disputa entre los descubridores iniciales y las autoridades de Ecuador hasta que, en 1997, se logró alcanzar un acuerdo para la excavación y explotación del pecio de la mano de los empresarios locales Roberto Aguirre y Carlos Saavedra. Es importante señalar que, en este momento, aún Robert Marx no había logrado la identificación del pecio que hemos mencionado unas líneas más atrás, pero eso no impidió la extracción de unas 8.000 monedas de tipo “macuquinas” y acuñadas en la ceca de Potosí, que posteriormente serían subastadas en Nueva York durante el mes de diciembre del 2001, identificadas simplemente como "Tesoro de la Isla de Muerto”, con sus correspondientes “COAs” que incluían la historia del rescate, las características de la pieza, registro de cada pieza y las fotos de la moneda individualizada, haciendo referencia al nombre citado dos líneas más arriba, pero sin mencionar el barco al que pertenecían, pues aún no se conocía. El “COA” que acompaña a la pieza que se muestra es de este tipo. Los rescates modernos corren a cargo de la empresa “ROBCAR S.A”.
Características del conjunto: Es importante señalar que las monedas rescatadas estaban, mayoritariamente, mal conservadas y seriamente dañadas por la acción marina y el incendio previo del barco, sin olvidar que los medios de limpieza y conservación utilizados después del rescate tampoco eran los más avanzados desde el punto de vista de hoy.
Posteriormente, una entidad ubicada en Florida realizó las gestiones oportunas para que se utilizaran mejores métodos de conservación, productos más novedosos y especializados, así como contactos con la ANACS para que dieran soporte a todo esto y encapsularan las monedas con su debida garantía y correcta identificación en la etiqueta superior.
Del conjunto analizado sabemos que en el pecio no sólo se encontraban los célebres y apreciados “8 Reales”, sino que también estaban presentes los 4 y 2 Reales, así como piezas de 1 Real, todas acuñadas en Potosí y del tipo “Pilares y Olas”. Los rescatadores estimaron que en torno al 25% del total rescatado, correspondían a los 4 Reales y nominales inferiores, frente al 75% que suponían las piezas de plata de mayor valor facial. La mayoría de las piezas de menor facial, se encontraron en las aguas más profundas del área del pecio, entre algunos restos de madera de acuerdo al testimonio de los rescatadores, posiblemente de los cofres originales que, unido a la acción de la arena, compactó las monedas y las protegió durante el paso de los siglos, pero también borró sus motivos principales.
Legado: De acuerdo al manifiesto de carga del barco, se registraron 146.000 pesos en monedas de plata, así como unos 800 lingotes de plata y, en menor medida, oro, valorados en unos 34.000 pesos, sin olvidarnos del contrabando que era habitual en este tipo de viajes, que muchas veces rivalizaba con los registros oficiales.
No obstante, estos lingotes y las cantidades reflejadas en el manifiesto por ahora difieren de lo realmente rescatado, por lo que nos hace pensar que la mayor parte de la carga aún está esperando en las profundidades a la espera de ver la luz. Aún así, las monedas de este pecio son escasas en el mercado americano, alcanzando significativos remates, muy probablemente porque su historia está ligada a la piratería y pocos son los barcos que podemos hoy asociar con esta práctica o que hayan tenido alguna vinculación con piratas y corsarios, como es este el caso.
Actualmente, sólo el “Whydah” (1717), el “Fiery Dragon” (1721) o “El Burla Negra” (1821) han sido identificados correctamente como barcos que una vez ejercieron la piratería, con monedas muy apreciadas entre los coleccionistas de todo el mundo.
Fotos:
Espero que os guste!
Saludos.
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