Se considera que el primer europeo que vio un rinoceronte fue Julius Maternus, un notable explorador romano del tercer siglo a.C., quien cruzó el desierto del Sahara y exploró la región alrededor del Lago Chad, entonces refugio natural de estos animales.
Se vio en Roma en los juegos que hizo celebrar Pompeyo.
En el año 11 a.C., el emperador romano Augusto recibió un rinoceronte como regalo de un sultán hindú, lo que motivó que pronto los romanos iniciaran expediciones al África Occidental con la finalidad de capturar ejemplares para exhibirlos (y enfrentarlos a humanos o a otras bestias) en las arenas de los coliseos.
Rinoceronte. Cuadrante de Domiciano 81-96 d.C.